No
conozco personalmente a Marc Marginedas ni a Javier Espinosa, pero si a Ricard
García Vilanova. No Hace demasiado tiempo nos emplazábamos a tomar unas
cervezas un día de estos. Y así será, no tengo ninguna duda y si mucha
esperanza…
Hace
meses que sabía lo de Javier y Ricard, me lo dijo una amiga, periodista de
raza, pero el silencio y el respeto eran lo más importante, por su seguridad y
por sus familias, por eso callé. Callé como otros compañeros que también sabían el paradero de ambos. Ahora ya se puede hablar. Ahora,
de hecho, ya se puede preguntar, por que respuestas hay muy pocas. Y si no que alguien
me las dé. Por favor.
Que
este trabajo, más allá de vocaciones o de vanidades profesionales, siempre
legítimas según mi opinión, sea tratado de esta demencial forma no tiene
sentido. Que la lucha revolucionaria, el derecho a la información, el
reconocimiento y la valoración, por ejemplo, que deben tener el hecho de jugarse el cuello
así, den esta respuesta no tiene sentido
alguno. Ya sea entendido como activismo parcial o como servicio social
imparcial, este oficio es absolutamente necesario. Si no lo cuentas no existe,
no ha pasado o no está pasando, ¿recuerdan?.
Claro
que muchos dirán que no es un sacrificio, que vamos allí por gusto o por propia
necesidad liberadora de adrenalina. Claro. Pero es que al que hace el pan
caliente cada día tampoco lo obligan, puede ser mecánico si así lo elige, que
tampoco lo obligarían, o puta, que en muchos caso tampoco las obligan. Joder.
Ya me
estoy empezando a calentar. A indignar.
¿Qué mierda de lucha revolucionaria se carga a
quién la apoya? ¿Quién se abandera detrás de una religión para secuestrar o
para matar? ¿ Por qué tenemos que seguir del lado de aquellos que nos
destruyen?. Tal vez es que no estamos de su lado, por mucho que algunos
compañeros se empeñen en que si, pues no se puede estar del lado de la
violencia o la guerra, por muy legítima que sea y muy en nombre de la libertad
que se libre. Quizá sólo consiste, nuestro trabajo digo, en ahondar en la
inmundicia que somos o que nos hemos convertido, por si alguien no lo sabe
todavía, liberarlo de la inocencia. Ya sean civiles, niños, mujeres y ancianos o militares sedientos de sangre y
revolución. ¿En nombre de quién se lucha cuando te cepillas a un inocente?. Así
hay una excusa.
Ya
lo sé. A Ricard, Javier, James y Marc – como a muchos otros- les ha tocado
pringar porque estaban allí,
voluntariamente. Pero no hay que olvidar que ellos no han pedido que se les
secuestre. Una cosa es ser diana intencionada y otra es un proyectil perdido.
Un error. Un accidente.
Qué
clamaremos al unísono como ovejas, qué respuesta tenemos que dar cuando los
liberen: ¿ vamos a seguir regresando a Siria? ¿o a cualquier otro lugar
similar?...me temo que sí. Vuelven para contar sus propias desgracias. Sus
muertes. Unos hablaran de héroes, otros de necios. Quizá ambas cosas sean lo
mismo.
Los
medios de comunicación que se sirven de nuestras palabras o de nuestras fotos,
que te recuerdan cuando ganas un premio, te disparan o te secuestran, se
olvidan cuando trabajas duro día a día. Se olvidan de valorar tu curro o no
piensan en tu familia cuando promueven
un ERE o te pagan cacahuetes por un trabajillo de tres años que te muestra en
lo que se ha convertido la basura esa que llamamos raza humana. Aquella que nos
abre los ojos. Ignorantes: si es lo que quieren, que mantengamos los ojos
cerrados.
Por
que esa es otra: las familias, ¿ o es que aquí, al hablar de familias, tampoco se puede utilizar la palabra sacrificio?.
Las familias, que yo tenga constancia, no envían a sus hijos, maridos y padres
a cubrir una guerra. Y si no que se lo digan a mi madre, que lleva tres días
sufriendo sólo de pensar en las familias de mis compañeros secuestrados, de
pensar en cual es mi próximo destino.
No
hay diferencia entre una familia siria que pierde a sus hijos en el campo de
batalla y una familia española que lo pierde en el mismo sitio. A ambos hijos
sólo los diferencian las armas que empuñan. Eso, y que unos no van a matar a
nadie a golpes de Nikon o Canon, ni en nombre de Dios ni de la revolución.
Basta
ya de llenarse la boca pidiendo salvar a quién se ha enviado a un futuro
incierto. Ya saben ellos a quién me refiero. Y no me refiero a Siria cuando
hablo de futuro incierto.
¿Somos
los reporteros unos ilusos? ¿lo somos? ¿ somos, tal vez, imbéciles?
¿quién
puede responder a esto, la sociedad, los medios…? Tal vez nosotros mismos.
¿Quiere
la sociedad estar informada? ¿ Por qué se calla entonces?. Cuantas preguntas…
Ahora
mismo, para concluir, la qué prefiero hacerme y la que tengo más prisa por
contestar es ¿ cuando vais a volver?.
Por Alfons Rodríguez
Opinión publicada originalmente en GEA PHOTOWORDS