(c) by Alfons Rodríguez | Do not use. Dan, el doctor, peleándose contra el destino de sus pacientes.
Pues que quieren que les diga. Hoy es uno de aquellos días en que uno tiene el ánimo por los suelos. Uno de aquellos días que no se puede estar contento, por lo que vio y vivió.
Hoy, es uno de aquellos días en que la vida no sonríe. Maldito cáncer esta humanidad que nos caracteriza.
Llevo varios días en el trasero del mundo. El mundo tiene muchos traseros y este es uno de ellos. El viento y la arena realzan la belleza de las fotos pero machacan, un poco cada día, los mecanismos de mis cámaras. Cuando las intento extraer de mi bolsa me miran con desprecio y me escupen arena a la cara. Esta mañana, al fin, una ha dejado de funcionar. Amén. Cuando llegue a Yamena la llevaré al hospital. La misión de MSF a la que acompaño no trata este tipo de pacientes. Kanem se llama este anti-Shangri la. Una tierra dorada y gris, a veces blanca. Viento a cuarenta y pico de grados y más kilómetros, comida una vez al día (es lo que hay y suerte tengo habiendo lo que hay), eso si con arena en vez de sal.
Dan, el médico alemán que lucha en solitario en el Hospital de Nokou, acaba cada día extasiado. Un montón de criaturas medio muertas por la malnutrición se encargan de ello. Aunque las cifras ya no son las del año pasado. Aquellas acojonaban. Otra vez MSF, los únicos que están al otro lado en cuestiones de emergencias.
A Yousuf, que levanta dos palmos del suelo, le trajeron casi muerto. Su madre ya se desprendió sentimental y físicamente de él. Iba a morir. A Mohamed Alí, de 14 meses, le metieron en agua hirviendo al nacer. No se sabe porqué. Se le fusionó el ano y se le salieron las tripas por el abdomen. Dan, el doctor se siente como Don Quijote, me cuenta. Loco y reparador de entuertos. Llevar a Mohamed Alí a Yamena cuesta una pasta. A ver como se lo monta.
Lo que les decía: ¿cómo no voy a tener vergüenza de ser humano?. Parece que todo esto no sirva para nada.
Los dromedarios nos miran al pasar, con el Land Cruiser a toda leche. Deben pensar: vaya manera de perder el tiempo. “Mira nosotros, que la vida siga su curso, total si nos vamos todos al carajo en lo que tarda en levantarse el harmattan”. Los dromedarios parecen viejos y sabios, siempre mirándote al pasar y masticando con paciencia y resignación.
Cada vez que me meto 6 ó 7 horas de 4x4 por pistas odiosas y llego a un centro de atención, una casucha polvorienta en medio de la nada, hay varias docenas de mujeres con sus criaturas malnutridas y hambrientas. Si yo he tardado horas en ver un pueblo, hagan cuentas y verán lo que han andado para llegar hasta aquí esas desdichadas. Tan bellas y dignas con sus telas de colores al viento. Joder con el petróleo que sacan los amos y compañía. A la mierda la polución, que hagan una carretera y pongan autobuses de una vez. Si ustedes les vieran las caras a esas madres.
Vuelvo a tomar el Toyota y, cagando ostias, me acerco a un Ouadi, el de Bacadrussos. Es el más grande de Kanem y apenas es ya un charco de aguas fétidas. Monsieur Mara Yiza Ushuman es el jefe de todo el oasis. Son sus tierras como lo fueron de su padre y antes de su abuelo. El las comparte. El problema es que ya queda poco que compartir: 4 tomates, higos, mangos y dátiles. Se acaba, me dice.
Vuelvo a la base, donde no se puede llegar de noche por temas de seguridad, y el viento vuelve a sacudirme en la cara una bofetada impertinente. A lo mejor me la merezco por “so humano” que soy.
Ya podía el viento llevarse toda esta mierda. Y traer comida, lluvia y progreso. Por que lo que es Dios aquí no tiene consulta. Por eso yo no pongo a Dios por testigo, como hizo la O’ Hara o como se llamara aquella moza, debajo del árbol con el atardecer de fondo. Prefiero poner a Dan Doctor o a Fatima, o a Yousuf o a Mohamed Alí.
A ver si nos ponemos de acuerdo y repartimos un poco, chavalotes, que se que algunos os sobra hasta por las orejas. Cabrones. Unos malnutridos, y otros malnacidos.